Protesta social y condiciones de ejercicio de la democracia en América Latina

Desde 2011, se ha hablado de un “renovado ciclo de movilización” a nivel mundial, ciclo que se caracterizaría por una interconexión de las luchas entre los países árabes, europeos, norteamericanos y latinoamericanos (Andersen 2011). La palabra “indignación” pretendía además describir un renovado estado de ánimo colectivo, compartido por todos estos actores. Asimismo, se entendía que los que se movilizaban en pos de la democracia en los países árabes inspiraron a quienes luego surgieron en España bajo el rotulo de “indignados” o los “Occupy” en Estados Unidos.


En América latina, en el final del 2011, fueron las protestas estudiantiles, ocurridas en Chile y Colombia, a favor de la defensa de la educación pública, los principales referentes de esta “ola” de movilización (Viñas, 2012) . Hoy en día, sin embargo, los indignados han desaparecido casi por completo del radar de los medios de comunicación. Se vuelve por tanto preciso analizar más de cerca lo que ocurrió con este “nuevo ciclo” de movilización y examinar sus expresiones locales y los puentes entre ellas.

Los acontecimientos del 2011 evidenciaron que no es suficiente contar con un régimen formalmente democrático, sino que es preciso realizar un debate más profundo sobre las condiciones efectivas de ejercicio de la democracia: incluso donde existen los requisitos básicos de la democracia representativa, subsisten una serie de obstáculos y limitantes fuertes a la protesta colectiva. Tradicionalmente, desde las ciencias sociales, ha sido usual diferenciar tajantemente los regímenes pluralistas democráticos y los regímenes autoritarios, y suponer, por ende, una diferencia de fondo en los contextos de movilización en ambos casos. No obstante, al final de la década del 2000, se empezó a cuestionar dicha dicotomía y se ha hablado de “régimen híbrido” y “zonas grises” (Dabène & al 2008). Las protestas del 2011 nos han recordado que si bien las condiciones de movilización son diferentes, ni el autoritarismo impide para siempre la protesta, ni la democracia favorece cualquier tipo de movilización, y la segunda no está exenta de formas de represión (Combes & Fillieule 2011). Este es un indicio entre otros de que la diferencia entre democracia y autoritarismo, al menos en su relación con la movilización social, debe ser examinada de manera matizada.

Otra arista de la reflexión es examinar cómo, más allá de las Jornadas de los indignados (organizadas el 15 de octubre de 2011 y el 12 de mayo de 2012), la protesta se organiza a la vez local e internacionalmente, como lo hicieron los “altermundialistas”, cuyo lema es “pensar global, actuar local”. Se ha tendido a postular su crisis o su estancamiento, y en ese sentido es válido examinar si los indignados han logrado replantear la propuesta altermundialista. Aunque aún falta mucha investigación empírica al respecto, es posible señalar que los indignados españoles y norte-americanos están regresando más explícitamente al objetivo de la democracia directa en el ámbito local. Dicho lema puede sonar relativamente conocido en la América Latina de los últimos 15 o 20 años. Pero ¿qué tan efectivos son los diferentes mecanismos y modalidades del ejercicio de la democracia directa y/o local que se implementaron en este periodo? En otras palabras, ¿qué lecciones y enseñanzas dejan las experiencias latinoamericanas que puedan ser aprendidas y evaluadas por los indignados? ¿Y cuáles han sido los cambios conseguidos en dicho continente después de dos décadas de “consolidación de la democracia”? Esas son algunas de las interrogantes que se precisa responder para entender mejor la magnitud y el significado de los procesos de movilización recientes. Esto implica que las protestas del 2011 no pueden ser entendidas dentro de un enfoque meramente coyuntural y cortoplacista, como ha sido la tendencia más común, sino que deben inscribirse dentro de un proceso de movilización mucho más amplio.

Finalmente, si bien se comenta abundantemente acerca de los alcances globales de la movilización, es preciso regresar al examen detenido de las expresiones locales de la protesta. Al respecto, se puede observar una abrumadora diversidad de procesos, entre los que se destacarán principalmente dos. El primero se refiere al creciente rechazo expresado por las diferentes comunidades y pueblos afectados por la explotación minera, quienes denuncian el retorno a un modelo de desarrollo de corte “neo-extractivista”. Este, que fue implementado por gobiernos de distinta índole, ha tenido auge particularmente en la América andina en los últimos cinco años. Este tema tiene una dimensión local destacable pues afecta a ciertas poblaciones directamente expuestas a los impactos de la minería (sobre la salud, el acceso al agua y la calidad de la misma etc.), pero a la vez tiene una obvia dimensión transnacional: el impulso a la extracción minera para responder a la creciente demanda de nuevas potencias y de la industria lo convierte en un fenómeno global.

El segundo caso llamativo de restructuración de la protesta lo representa el proceso de unificación de variados actores sociales en Colombia, comulgados en torno al tema de “paz con justicia social”, paralelamente al proceso de negociación de la paz, en curso desde octubre de 2012. Como lo evidencian la constitución del “Movimiento social y político Marcha Patriótica” (abril de 2012) y la “Semana de la Indignación” (octubre de 2012) convocada por tres grandes coaliciones de actores (la Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos y la Coalición de movimientos y Organizaciones sociales de Colombia, COMOSOC), este proceso de unificación está en curso. El pasado Congreso para la Paz en Bogotá (18-22 de abril de 2013) es un hito más en dicha dirección. El objetivo de lograr la participación de los actores sociales en “la paz con justicia social” acaso ¿puede propiciar un mayor espacio a la protesta social y política en Colombia? Este es uno de los más álgidos desafíos de los muchos de los que comporta el actual proceso de paz colombiano.

Referencias

Andersen Kurt, “The protester”, en Times, 14 de diciembre de 2011.

Combes Hélène & Fillieule Olivier, 2011. “De la répression considérée dans ses rapports à l’activité protestataire. Modèles structuraux et interactions stratégiques”. Revue française de science politique 6(61) : 1047-1072.

Dabène Olivier et al. 2008. Autoritarismes démocratiques, démocraties autoritaires au XXIe siècle. Convergences Nord-Sud. Paris: La Découverte.

Viñas, Silvia. “Latin America, 2011: A Year Marked by Social Movements”, Global Voices, 3 enero de 2012.
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La Coalición de Movimientos y Organizaciones Sociales de Colombia, COMOSOC es un proceso de articulación de organizaciones sociales de base locales, regionales y nacionales, que existe de hace casi 20 años y trabaja para dar a los movimientos sociales un papel político, de actores protagónicos en la construcción de cambio en el país.

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